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TEMEROSOS DEL TEMOR

Actualizado: 12 dic 2020

Por: Maya Taylor García // Ig: @mayataylorgr


Tenemos la mala costumbre de entender el miedo como un sentimiento negativo, que nos dificulta la vida, que nos produce angustia. Pero sin miedo no habría nada. No habría motivación, no habría superación. Sentirnos al borde de un abismo, a punto de caer, de flotar por el aire hasta caer con toda la fuerza de la gravedad y aplastar el suelo. Sin poder luchar, sin poder regresar. No puede hacerse nada contra la caída. No hay manera de mitigar una golpe de tal calibre. Las cosas caen por su propio peso. O más bien, por su propia gravedad. Rebobinar, y volver justo al momento previo. Correr en dirección contraria al abismo. Eso es lo que hace el miedo. El miedo a la muerte da vida. Nos aferramos a ella como si nos fuera, nunca mejor dicho, la vida en ello. Porque sin vida no somos nada. Cuando la vida se nos va, dejamos de existir, nos descomponemos.


Pero, ¿Qué es la vida? ¿Podemos considerar todas las vidas, vidas? Es curioso como dos palabras que surgen una del concepto de la otra pueden significar cosas tan distintas. La vida la tenemos todos los seres vivos. Pero no todos los seres vivos, o más bien los humanos, viven la vida que tienen. Cuando alguien tiene una actitud pasiva ante la vida decimos que simplemente existe, o que simplemente respira. Y ya no una actitud pasiva, sino una actitud existente, sin ambiciones, sin movimientos, dejando que sea la misma vida la que se viva a sí misma. Pero sin embargo, ningún animal tiene esas ambiciones, y aun así viven sus vidas. Aferrados a sus instintos, a lo que la tierra y su propia naturaleza les pide. Quizás somos los humanos los que no sabemos vivir la vida.

El ser humano tan creador y a su vez tan destructor. Destruimos lo que no nos gusta. Para crear algo que a nosotros nos sirva. El ser humano, o el ser humano de la cultura occidental, del mundo “civilizado” necesita sentir que todo le pertenece. Quizás porque lo que no poseemos no podemos controlarlo y eso nos da miedo. Nos repartimos territorios. Delimitamos el mar. Creamos espacios aéreos. También creamos muchas cosas bellas, creamos textos, conceptos, ideas. Pero excluimos todo lo que no cuadra dentro de ellas, destruyendo posibilidades, destruyendo capacidades y formas de ser y de existir. Nuestras leyes restringen el comportamiento, impidiendo la existencia de otros alternativos al establecido. Tememos lo diferente, lo que se sale de la norma o no es “normal”, solo lo establecido parece ser una posibilidad.

Pero, ¿Quién dice que lo establecido es lo bueno y lo correcto? ¿Cómo podemos si quiera estar seguras de que lo que establecemos es bueno? ¿Cómo podemos afirmar con firmeza opiniones o verdades sobre conceptos abstractos? Quizás si nos atreviésemos a dejar de controlar, medir, mediar, normar y narrarlo todo, dejaríamos de temer tanto y quizás, dejaríamos de temer al miedo.

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