ESE PURGATORIO DE NEÓN Y PURPURINA
Actualizado: 12 dic 2020
Por: Mar Carmena // @marscarmena
El color en Euphoria (Sam Levinson, 2019), podría parecer una alegoría del universo báquico y toxicómano adolescente, así como la incapacidad de salir de él. El neón, la purpurina y los maquillajes fantásticos, envuelven a los personajes en un ambiente rocambolesco.
No es nueva la consideración de que el color se utiliza como recurso expresivo en el cine, y esta paleta violeta podría ser precisamente la huella de identidad de una obra audiovisual que se recordará por la brillantina y un barroquismo casi onírico.
Impacta el trabajo del maquillaje que enmarca las facciones como inmersas bajo los focos de una discoteca improvisada, además de ese matiz nostálgico que podría recordar a los años setenta neoyorquinos y la estética glam, simulando un Estudio 54 de la Generación Z.
Las escenas más identificables de Euphoria se asemejan a otras películas como Closer (Mike Nichols, 2004), precisamente por el uso del neón y los colores rosáceos, azules y violetas que contrastan con el sentimiento de la soledad y de vacío. El dolor enmascarado en rosa chicle.
En Enter the Void (Gaspar Noe, 2009), los colores son protagonistas, entre otros motivos, posiblemente para configurar este espacio irreal con el fin de que el receptor asimile la compleja idea que presenta en el filme: los viajes en el tiempo y el espacio – y los efectos de las drogas, cómo no-.
El contraste de colores podría incluso recordar a la corriente pictórica de inicios del siglo XX que apostaba por el juego provocativo con el color: el fauvismo. La intensificación de las tonalidades que genera nuevos modos de interactuación con las obras de arte, es posible percibirla tanto a través de las luces del Tokio nocturno, como en la alucinación roja y morada que supone Climax (2018).
El exceso y contraste de colores, el uso recurrente del neón y el protagonismo del morado, permite construir esta atmósfera misteriosa, sensual y toxicómana.
Ese purgatorio de neón y purpurina.