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DICE MI MADRE

Actualizado: 17 abr 2021

Por: Almudena Anés // @almudenaanes

Ernst Ludwig Kirchner, Street, Berlin (1913), MOMA, New York.

Dice mi madre mientras cae la noche, dice no confundas enfado con dolor pero las calles se extienden como lenguas de fuego. Una piedra se ahoga en la cuña de mi zapato, no respira, caminar es una extensión del sentido arcaico de la humanidad. No hay recuerdos de infancia no dolorosos, no hay candil en la puerta ni calidez de hogar. No hay nada excepto la calle y algunos ángeles que miran desde arriba, por encima del hombro. Mi madre nunca fue creyente, era un animal diurno, frío, pensaba vivir eternamente y su mano era una caricia interminable de dolor sobre mi rostro. Recuerdo cómo decía las palabras, ese método científico de desentrañar la realidad, de la examinación de los cuerpos a la luz del sol sin ningún tipo piadoso.


Los destinos que me devuelven a los brazos de mi madre son la memoria y la nostalgia herida. Apenas sé ya de qué color eran sus ojos, sin embargo, el olor queda patente en la piel y pienso que los hijos de mis hijos todavía tendrán el mismo aroma prendido, como una cadena genética y de perfume a la que echo de menos desde la almohada a la tumba. Ningún hospital podrá quitarnos el vínculo, mamá. Dice mi madre, en el aire, dice todo pertenece al pasado y me gustaría no ser una mujer rencorosa. Somos dos las mujeres a las que nos hubiera gustado ser de otra manera, todas las imágenes dolorosas son un callo ahora, tanto nuestro como para los demás.


Pero mi madre sigue diciendo, nunca ha dejado de hablar, ella no sabe que el resto de la familia no acudió a su lecho de muerte y que sólo las sombras dejaron lirios en la mesilla de noche, que mi compañía y su mano hicieron las paces por fin. Digo entonces cállate, me gustaría que fuera silencioso el sendero póstumo. Dice mi madre, demasiadas veces, no serás suficiente, tanto viva como muerta, mi madre es conciencia y alivio. Las calles se deshacen en mis paseos de mañana, mi familia duerme, mi vida es relativamente plácida, quedan algunos miembros ancianos como mi padre y mis dos hermanos mayores, apenas recuerdan, perduran las comidas de los domingos, me considero feliz. Mi madre debió sufrir mucho y luchó por la vida, por sacar a su hija ave rapaz de la noche, me dio una educación y trabajo por un sueldo gracias a su esfuerzo venenoso y maternal.


Dice mi madre, con dolor de cabeza, gracias, dice me marcho, me voy, gracias. El silencio nunca fue tan claro y las calles, su oscuridad, también es pasajera.

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